viernes, 18 de diciembre de 2009

Diario de fin de año.

Vengo, como cada año,
a sacar la basura,
recoger los despojos,
limpiar de rastrojos,
en fin, el recuento de los daños.

Más antidepresivo,
muy psicotrópico,
para empalmar una idea con otra,
aunque la de Pinocho
no empalme, ni levante,
tan bien como antes.

Más padre; responsable,
de un hijo, algo pijo,
por educación de madre
y sangre de padre,
mamila y cuna,
ya no duermo
y él madruga.

Me siento a recordar los viajes.
Cuetzalan, Cuicatlan, Oaxaca,
las noches y las tardes.
Hace años que comparto, que me parte,
hace años que la tarde
ya no es mía sino de ella,
¡que burgués! ¡que magnate!

Con los años me hago viejo,
menos sabio,
y la nostalgia pega,
por lo que fui,
por lo que queda.

Y me acuerdo de los viajes,
a las playas de Sevilla...
tan húmedas, tan profundas,
tan jóvenes, tan sinceras,
de fantasía, de tequila y fiesta.

De los viajes a Tlaxcala,
de la bragueta abierta en las tardes,
de los besos entre árboles,
de los parques y las canciones,
de petirrojos y otras aves,
que vinieron y se fueron.

Y se me va otro año,
menos sabio, más pasado,
leo más, como menos,
las pastillas a sus horas,
la rutina me hace viejo.
¿qué se le hace?
así pasa el tiempo.

1 comentario:

  1. si si... es verdad irreparable el que te haces viejo jaja... y si si es verdad irreparable que siempre tendrás Sevilla...

    padre... FEIZ NAVIDAD!!!

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